Han pasado 8311 días
17/3/05 17:20
símbolos
Los símbolos siempre han sido polémicos para los defensores, en su defensa, y los detractores, en su crítica. Vivimos rodeados de ellos, la Última Cena de Leonardo da Vinci, tuneada para la ocasión (una campaña publicitaria) por la fotógrafa Brigitte Niedermair ha puesto en pie de guerra a las autoridades católicas francesas e italianas, que han obligado a retirar las vallas con la imagen; a España no ha llegado la polémica porque el anuncio sólo aparece en algunas revistas. Pasamos los días reduciendo el presente, incluso el pasado y el futuro, a simbologías de todo tipo; que si el fútbol, que si la ropa, y sólo nos faltaba Franco para cubrir la dosis simbólica semanal. La retirada de la estatua del dictador ha levantado ampollas hasta tal punto que el portavoz del PP, Eduardo Zaplana, piensa que la retirada puede "abrir heridas y rencillas entre los españoles". Y eso ya no, porque las heridas y rencillas a que se refiere serían, en todo caso, imputables al hombre que ocupaba la parte superior del animal en los Nuevos Ministerios madrileños y a quienes, junto a él, le convirtieron en símbolo de destrucción, represión, exilio y muerte. Es lo jodido de este tipo de historias, que no existen simbologías de la miseria, la pobreza o la tortura; que sólo los vencedores construyen monumentos.
Escrito por txema
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15/6/04 0:25
joyce
En unas horas habrán pasado cien años contados a partir del día en el que tiene lugar la acción del Ulises de James Joyce, una excusa como cualquier otra para que los dublineses afinen su publicidad literaria sobre el novelista más productivo de nuestra historia, el más popular de entre los menos leídos y el más grande entre los desconocidos. En la actualidad, a la gente se la trae floja Joyce y lo expresa abiertamente; pero hubo un tiempo en el que las andanzas de Leopold Bloom un 16 de junio de 1904 se contaban queriendo certificar la cultura del lector y se hablaba de la sencilla vida del literato de compleja obra como de una extraña marca de vino sólo accesible a paladares refinados y bolsillos llenos.
Siempre me pareció una tontería que alguien presuma de haber leído un libro. Es más, me atraen aquellas personas que los dejan cuando les place, se aburren, los arrugan, los manchan o comienzan por el final; aunque el Ulises sea ajeno, en especial, a este tipo de vejaciones pues todo él es un antilibro novelado.
He visto un ejemplar del Ulises en una de esas tiendas donde venden chucherías, justo al lado de cromos infantiles y de una fotografía dedicada por Iker Casillas. Y, en verdad, ha sido derrotado por la vida del mismo modo que lo fue Joyce por su personaje, como ocurre siempre.