Han pasado 8430 días
15/4/03 14:41
autosave
La mesa está desordenada. El televisor salta de lo dramático a lo trivial, de las bragas a las heridas. El pan se atasca en la tostadora. Creces y creces sin remedio, notas cada segundo que pasa con un estirón en los huesos. Y en los huevos. Se acumulan los libros por leer y los objetos por clasificar. Te envuelve el calor de una almohada. Cierras los ojos. Siempre se joden los programas cuando no has guardado nada. Vuelves a empezar. Idiota, más que idiota, olvidaste el autosave.
Escrito por txema
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2/4/03 20:29
especial
Don Juan, el maestro, llamó un día a la madre para comunicarle que el niño era especial y aprendía a tal velocidad que apenas daba para sus modestos conocimientos. Y, como él, otros profesores se empeñaron en desarrollar las cualidades de aquel crío de orejas grandes y sonrisa tímida. Intentaron que pasara a un curso superior, le prestaban libros prohibidos para el resto, intercambiaban sonrisas cómplices en el aula y celebraban su inteligencia como un ejemplo para el resto. ¿Has visto, Gutiérrez?, ¿has visto cómo se hace?. Y, después, iba Gutiérrez y le partía la ceja de una patada para devolver la humillación. Uno tras otro hallaron, en algún momento de sus vidas, motivos para odiar al chaval de la sonrisa tímida.
Cambió de colegio. Dijo que quería ser misionero e ir a África a ayudar a los pobres. Ideales de la infancia. Y se fue, lleno de miedos, convencido de que allí nadie le señalaría con el dedo. Siempre se ponía en la última fila y ahora callaba cuando había preguntas, pero se apasionó por la músca y todo volvió a ser como antes. El amor a las partituras le dejó otra vez solo, distinto, especial. Volvió a ser el que más preguntaba, el más brillante, el que lo sabía todo sin esfuerzo aparente, el solista del coro, el favorito, el que escribía sin faltas, el que dibujaba sin borrones, el que se sabía qué coño eran las plantas monocotiledóneas, que Mozart nació en Salzburgo y que el caucho se extrae del Hevea Brasiliensis.
Al cabo de un par de años quedaban pocos compañeros que no le hubieran dado un golpe a escondidas, que no hubieran buscado su cara cuando golpeaban el balón jugando al fútbol o se hubieran reído al ver cómo lloraba. Pero él aguantó y fue creando su propio mundo perfecto, en el que no había ratones muertos sobre su almohada, ni patadas, ni insultos. Hasta que un día, oculto en la cama a la hora de jugar en el patio, se negó a bajar y un cura, furioso por la negativa y la determinación del chaval, lo tiró por las escaleras un piso tras otro para irse, después, gritando en busca de ayuda.
Cuando llegaron al lugar encontraron solo un charco de sangre y al crío en la misma cama de donde lo sacaron a la fuerza, en la misma posición. Sin una sola lágrima. Dijo que se había caído y no volvió a abrir la boca durante muchos días, hasta que le tocó salir a la pizarra a resolver una sencilla fórmula química. Dejó la tiza sobre la mesa del profesor, y respondió "No lo sé hacer, señor".
Escrito por txema
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