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18/2/03 0:23


el miembro francés



El tiempo nos demuestra, en especial ahora que los españoles desearíamos una derecha francesa, que los galos, con sus conocidos defectos y las espinas clavadas propias de la península, hace tiempo que nos llevan la delantera. Yo estudié francés, aunque tuve la desgracia de dar con una vieja profesora más preocupada por la pose que por la pronunciación y me escapaba a las clases de inglés porque la maestra era joven, estaba buena, y ponía canciones de Dire Straits.
Aunque me pillaron y me devolvieron a Georges Moustaki, que cantaba aquello de Ma liberté Longtemps je t'ai gardée Comme une perle rare. Odiaba a ese tío. Y a todos los franceses por aguantarle. Sin embargo, ahora me confieso cada vez más francés por no poder dejar de admirar a Michel de Montaigne.

La grandeza de Montaigne es, a mis ojos, difícil de medir. Su único texto, los Ensayos, viene a ser un compendio de la mejor sabiduría que ha producido una mente humana. Es filosofía que suena a poesía, asuntos triviales elevados a la categoría de máxima universal; y es en lo cotidiano donde brilla su genio con especial nitidez. Tengo los Ensayos como un libro para los ratos tontos, los intermedios, las lecturas de diez minutos, los tiempos muertos. Una y otra vez me sorprenden. Ayer, en la relectura del capítulo De la fuerza de la imaginación, tras su disertación sobre la fuerza de las fantasías y tras referir los problemas que éstas juegan a las parejas de recién casados llegado el momento del estreno sexual, me quedé en este párrafo:

(...) Con razón se comenta la indócil libertad de ese miembro, que importunamente se sobresalta cuando no hay ocasión y que nos falla con igual inoportunidad cuando es de menester, discutiendo a veces imperiosamente la autoridad de nuestra voluntad y rehusando otras, con fiereza y obstinación, nuestras solicitaciones mentales y manuales. De todos modos, si en el juicio de su rebelión y obtención de pruebas para su condena, él me pagase para abogar por él, yo diría quizá que sospecho que nuestros otros miembros, envidiosos de la importancia y dulzura del uso de aquél, se conjuran en su contra para armar al mundo en su perjuicio, culpándolo malignamente a él solo de la que es falta común de todos ellos.

Escrito por txema

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6/11/02 18:27




Montaigne: La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha.
Pascal: No vivimos nunca, sino que esperamos vivir; y disponiéndonos siempre a ser felices, es inevitable que no lo seamos nunca.


Escrito por txema

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