Han pasado 8284 días
31/1/03 1:23
reloj
Me paré a mirar el reloj porque llegaba tarde y, en efecto, llegué con retraso justo el tiempo que paré.
Escrito por txema
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30/12/02 3:09
marrakech
Piezas dentales. Dientes, una montaña. Molares, incisivos, caninos, amarillos, negros, de leche. Fragmentos de mandíbula con marfil y sin él. Una pila sobre un trapo, la prueba de años de trabajo, y junto a ellos, ordenadas, dentaduras postizas compuestas por piezas usadas, por dientes que ya cumplieron su misión en otra boca, una nueva formación anatómica para un desdentado, arcos superiores e inferiores unidos en una sonrisa imposible. Fue lo primero que compré en Marrakech, una dentadura postiza de dientes usados, con sus coronas y sus raíces, la boca imposible compuesta por un orden lógico y anárquico de bocas de hombres y mujeres. En esta ciudad todo es verosímil, incluso reutilizar dientes. Pasé horas ante el puesto, impresionado por la pila de huesos y por la dentaduras, pensando en las comidas, en los besos, en la piel que mordieron, cada diente por separado, en la que podrían morder ahora que estaban juntos y una lengua nueva los acariciaba: en la sensación de calzarse una de aquellas prótesis y notar su presencia, en la de probar cuál se ajusta mejor a las medidas de mi mandíbula, aquellos dientes ajenos, libres de vasos y nervios. Dos series de diecinueve en total, una selección de lo mejor que pasó por la consulta callejera del sacamuelas, recompuesta para un segundo uso, tejido óseo normal a la venta. Los europeos consideramos los dientes algo íntimo y ellos no, son un instrumento, un aparato. Mejor morder que no poder hacerlo. Compré la dentadura de dientes de verdad, diecinueve piezas arriba y diecinueve abajo, a buen precio, aunque no me la pude probar. Si la necesitara se me ajustaría sin problemas, el hombre dijo que era mi talla, que los caninos estaban perfectos, los incisivos tenían unas palas amplias y equilibradas y el resto, salvo un premolar algo desmochado, componían una sonrisa envidiable. Una dentadura de dientes usados, una máquina de desgarrar que tomas en tu mano y permite el automordimiento y que puedes limpiar alcanzando los más recónditos lugares y a la que puedes poner un nombre diente a diente y sobre la que puedes componer una historia y decir una palabra.
Escrito por txema
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