La mujer que fue a comprar un pollo asado había de morir el 18 de agosto a las 11 horas y 32 minutos. En ese momento, el conductor de una camioneta de reparto de unos grandes almacenes, al esquivar a una motocicleta que invadió el carril contrario, perdía el control del vehículo e impactaba en el lateral de una marquesina (en el anuncio de los calzoncillos CK) de la línea 19 de los autobuses urbanos y volcaba en el lugar donde había de estar la mujer que fue a comprar un pollo asado. De hecho, salvo la ausencia de la que había de morir, ocurrió según lo previsto.
La mujer que fue a comprar un pollo asado no tuvo cuidado al retirar la cubierta de cartón con que cierran los recipientes de las aves cocinadas con butano. Derramó el aceite sobre el suelo de la cocina y resbaló partiéndose la pierna derecha.
Ahora, alejada de su tránsito cotidiano, sentada en el sofá de su casa, con la extremidad recubierta de escayola, se lamenta. La vecina escucha con expresión de lástima el relato del incidente que dejó a su comadre sin vacaciones.
Intenta consolarla y, sin demasiada convicción, dice:
-Mujer, podría haber sido peor....

La joven con el tanga descentrado está leyendo un reportaje sobre el adiestramiento de perros de pelea. Le sorprende, en especial, que los animales sean bañados en leche antes de cada combate para evitar los efectos del veneno que el propietario del otro can puede haber restregado sobre su piel.
La joven con el tanga descentrado está tumbada junto a su novio, un alemán de piel transparente recubierta de una densa capa de crema hidratante. No sabe por qué, pero se lanza sobre él con la boca abierta y le clava la dentadura en un costado. Después aprieta con fuerza hasta que la aparta de un golpe seco. Comienza a gritarle.
Como habla en alemán no se le entiende.