Han pasado 8286 días

4/6/02 0:23


joder por desesperación



Estados Unidos es un país tan indulgente consigo mismo como despiadado con el resto. No es una cuestión personal sino una barbaridad colectiva convencida de poseer la verdad absoluta, incluso la de las excepciones. En un curioso reportaje () que he guardado de las lecturas del fin de semana se analiza un hipotético baby boom surgido de las cenizas del 11-S. Han pasado nueve meses y se sospecha que a los neoyorkinos les dio por encamarse para espantar los fantasmas; el periodista encuentra incluso a una socióloga que le explica que "el sexo es una respuesta natural al miedo".
Sin embargo, no me llaman la atención estos asuntos. También hay quien defiende que se entregaron a la pasión sin freno porque en la tele sólo había malas noticias o como terapia contra el estrés aunque, en el fondo, no existe ninguna comprobación demográfica al respecto. Lo que me impacta es el siguiente artículo (**), sobre el mismo tema, seguido, en una contraposición muy hábil desde el punto de vista periodístico y que nos muestra que en Afganistán también han pasado nueve meses. Las embarazadas americanas ríen y ocultan su barriga hinchada con grandes camisetas estampadas con las barras y las estrellas, las afganas tienen la mirada perdida, traen a sus hijos al mundo en habitaciones comunes, solas, vestidas con sus túnicas de andar por la calle y sin otros símbolos que una evidente pobreza. Las occidentales posan orgullosas con sus maridos y con sus compañeras de yoga, las orientales están solas y tienen suerte de no parir en la calle, porque 1.700 de ellas mueren por cada 100.000 partos.
Hijos de la terapia en un caso y del milagro en el otro. Unos todo y otros nada. No podemos dejar de pensar en estas cosas. No debemos.
(
) Los hijos de las Torres Gemelas, escrito por Carlos Fresneda.
(**) Los hijos de la desesperación, escrito por Yola Monakhov.

blancas juegan y ganan


Escrito por txema

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16/5/02 1:35


hipocampo|memoria



Aquel hombre siempre tuvo poca memoria. Aunque recordaba cosas inútiles, los segundos apellidos de las personas, los nombres en latín de algunas plantas y las características técnicas de los motores Ferrari. Se sentía aliviado, porque ahora no se lleva saberse al dedillo la lista de los reyes Godos y la mnemotécnica ha sido remplazada por el disco duro. No es de extrañar, se ejercita con mayor soltura el dedo que la neurona.
Aquel hombre predicaba la desmemoria cuando se acordaba y explicaba a sus hijos el caso de un pariente que, sin dedicación especial, había desarrollado un hipocampo de grandes dimensiones desde que conducía un taxi en Londres, "con la de calles que tiene". La función y el órgano. El padre de aquel hombre, su abuelo y el abuelo de su abuelo le habían transmitido tan débil capacidad de almacenar datos y, con el tiempo, se olvidaron entre sí.
Y, bueno, lo cierto es que ya no sé como seguía la historia.


Escrito por txema

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