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24/6/02 12:14
gol
Aquel día metí un gol. El primero. Siempre me quedaba en el banquillo y escondía la mirada cuando el entrenador buscaba un nuevo jugador. Lamentaba más que nadie las lesiones de los compañeros, no me esforzaba mucho en los entrenamientos y llevaba mi camiseta de manga larga aunque el sol derritiera la bandera del córner.
Aquel día nuestro mejor delantero centro estaba con varicela, nuestro mejor extremo se había roto una pierna y no había alternativa. Me tocaba salir a jugar, a correr, a sudar y a sentir como miles de granos brotaban en mi piel. Microscópicas explosiones de calor. Me hinché, rojo, avergonzado, buscando en los rostros de los demás un mueca que acabara de hundirme. El picor era doloroso. Pensé en pedir el cambio.
Cambié de opinión por no reconocer la humillación ni las bromas; y después, en un arranque de valor le mostré mis brazos al defensa que, impresionado, facilitó mi remate. Fue un gran gol. Por toda la escuadra. La pelota se deslizó hasta la red como una culebra silenciosa en época de muda.
Escrito por txema