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6/6/02 11:47
sonatas
Hace unos años entré en aquella tienda de discos y, según mi costumbre, los repasé todos. Uno a uno. Todavía eran de vinilo. Encontré una caja que llamó mi atención y que contenía música de cámara, sonatas creo recordar, de Paul Hindemith. Así que decidí comprarlo. Me dirigí al mostrador y pregunté al propietario del establecimiento si me dejaba escuchar un fragmento (a veces, la intuición te conduce al fracaso), habida cuenta de que no conocía la obra de este compositor más que por alguna referencia lejana y de que el precio era bastante elevado. El hombre, con las gafas a punto de resbalar definitivamente de su nariz y con aspecto de vendedor de electrodomésticos, dijo que no había ningún problema si, después de la audición, me lo quedaba.
-Si te lo vas a llevar si. Si lo oyes lo tienes que comprar, dijo.
Pensé que era una broma y me equivoqué. Hablaba en serio. Nos enzarzamos en una áspera discusión en la que le puse ejemplos prácticos. Le dije:
-Si, ya veo que usted los pantalones se los compra sin probarlos antes y que está a punto de quedarse ciego porque se llevó los primeros anteojos que probó...
Sin embargo, logré reconducir la disputa y me llevé los discos sin haberlos escuchado antes. Aunque ya tenía planes para el futuro.
A partir de aquel día frecuenté bastante aquella tienda y le compré muchos discos a aquel usurero que trataba la música como si fueran rodajas de merluza congelada. Hice un buen negocio porque los precios de los discos estaban marcados con pequeñas etiquetas adhesivas con el importe escrito a mano. Con los años, cambié unas cuantas decenas y adquirí grabaciones de gran calidad a precios de saldo.
Llegó a tratarme con cierto afecto. Pero nunca me dio lástima.
Escrito por txema