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9/4/03 0:09
zapatos
Tiene piedras en las tacones rotos, un detalle irrelevante para quien ya no corre ni ha de estrenar calzado en una boda porque ya no será invitado. Estaba allí lo que quedaba, así, con ese aire cómico que da la ausencia definitiva, la última caída; cuando el fotógrafo se fija en la pobreza del equipamiento militar, que no da para rudas botas reforzadas sino para zapatos viejos, los tuyos, los de ir a que te corten el pelo, a tomar té, los que se quedan a la puerta de la mezquita y se apoyan en los desgastados pedales del viejo coche que quisiste cambiar tantas veces. Puede que fueras un hijo de puta, eso no está escrito en ninguna parte, tampoco lo contrario, tampoco que alcanzaras la efímera fama de un negativo por los pies, ni que fueran los tuyos y no otros. Pero es lo que hay, unos pedazos de cuero rotos, unas palabras más. Puede que fueras un hombre ejemplar, sea eso lo que sea, si ha de ser. Aunque ya hablamos siempre en pasado, de unos y de otros, aferrados a la fuerza de unas palabras que también se llenan de piedras con el paso del tiempo, que se vuelven grises con el polvo de los desiertos, que desearían que existiera un dios cualquiera como si no supieran que nadie anda por ahí; sólo una última huella, una marca mínima en el todo, una herida enorme en la nada. Según se mire. O eres el ser amado o una estadística. O unos zapatos.
Escrito por txema