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10/3/03 21:22
rayo de luz
El viejo Miguel a veces se ponía triste mientras esperábamos a que picara alguna anguila. Interrumpía la charla y se pasaba el índice por la ceja rota y por algo más, que también se quebró, a un par de millas de Malpica, en aquel golpe de mar que se llevó al hermano y al barco como si fueran piezas soldadas de un mismo cuerpo. Yo, entonces, hacía como que no le veía y rezaba para que algún bicho mordiera el anzuelo y se llevara los demonios de la piel del marinero. Uno de aquellos días, los más bellos de mi infancia y los más duros de su retiro, apoyé la caña en las rocas y le pregunté por las mujeres. No por aquella negra de Cabo Verde que volvía locos a los marinos sin mover la pelvis, ni por la Lupe de pezones enormes, ni por ninguna de aquellas hembras fabulosas de las que me contaba vidas y milagros mientras devolvía los peces pequeños a las olas.
Fue una pregunta general de nieto adoptado y de hombre a hombre.
-¿Y qué quieres saber, tú, Josiño? ¿cómo se hace?
-No, eso ya lo sé.
-Ah, ¿si?...pues ya sabes mucho.
-Bueno, dije intentando resultar convincente, algo oí en la tienda el otro día, y con las historias que me cuentas...
-No son historias, hijo, son verdades que algún día entenderás.
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Escrito por txema