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2/2/03 21:58
no a la guerra
Es una cuestión de lenguaje. No existe nada menos inocuo, menos ingenuo e inofensivo que las palabras. Se puede comprobar con facilidad en las argumentaciones pro bélicas con que nos regalan estos días los aliados de Bush, incluyendo al presidente español. Aznar asegura tener información reservada de que Irak posee armas de destrucción masiva. Es decir, pretende saber lo que los demás ignoramos, el eterno argumento de aquellos que se creen tocados por un destino especial y, con ello, investidos con el poder de enviar al resto al matadero. La información reservada es como la luminosa oscuridad, refugio de políticos autoritarios; la información sin reservas es que también EE UU (a la cabeza de una larga lista) tiene ese tipo de armas y, en cambio, eso no resulta preocupante desde su punto de vista porque, supuestamente, estamos en el lado bueno de la destrucción. No vamos a ser nosotros los bombardeados, ni lo que vamos a morir, ni los que habrán de ver su dolor silenciado. Los líderes de los países democráticos que respaldan la guerra acuden al mismo recurso que critican. Piden a sus ciudadanos que tengan fe, que crean sin ver, que tomen partido por la información reservada. Aznar quiere que le creamos sin condiciones. Es así de patético.
Otro juego de palabras de dudoso encaje es el de destrucción masiva. Midiendo por cantidad, en este caso interesa, lo que sólo es mesurable en unidades. Viene a decir que los iraquíes están vinculados a las redes terroristas y que Irak y Al Qaeda son la misma cosa. Viene de decir que son capaces de matar a muchos a la vez y que eso es más grave, es motivo suficiente para acabar con ellos, que matar a muchos de uno en uno; como si unos y otros no murieran, como si hubiera diferentes destrucciones y vidas que valieran más; como si todo no fuera un simple escaparate de conveniencias cubiertas por un espeso barniz de palabras.
Escrito por txema