Han pasado 8311 días

miércoles, 28. diciembre 2005

28/12/05 18:00


Existe


Existe un lugar imaginado en el que puedo pedir un deseo y sólo se me ocurre desear lo que ya quiero y no me permito. Existe ese lugar, comienza en una calle amplia y húmeda sobre la que resbalan mujeres de tacones interminables como líneas de hielo, termina en una casa soleada y abierta al mar bajo una lluvia de flores. Ese mar que no he visto con tus ojos, esa espuma que discurre lenta e imparable hacia ese lugar invisible que sólo aparece en nuestro mapa bajo una cruz de carmín rosa. Existe un deseo que no se pide porque al reclamarlo se pierde, existe el deseo, el habitante curioso que da vueltas a la plaza y se para en los portales hasta dar con el número y el piso; existe como ese mar que no he visto, como ese ritmo de las palabras que te lleva y te trae, te lleva y te trae, te lleva y te trae hasta que no las escuchas, hasta que no las oyes, hasta que sólo queda el vaivén de ir y venir y el roce de dos manos posadas en tu espalda, hasta que sólo queda el aire que conduce tu cabello, adelante y atrás. Claro que existe. En un lugar imaginado bajo una cruz de carmín rosa vive desde hace años y espera balanceándose a que ocurra el deseo del deseo, existe como el campo y como las montañas submarinas, existe como la lluvia que moja al hombre, existe sin poder evitarlo, sin querer evitarlo, sin evitarlo, como un sustantivo sin verbo ni complemento directo, existe como un significado, como un enigma, como un columpio que viene y va, que te lleva y te trae colgada de dos cadenas, con las piernas ligeramente separadas y los pies mirándose. Existe como lo quieres y no tienes, como el punto más alto y el más bajo, como existen un cuerpo y un beso. Al igual que los días, al igual que las noches, al igual que las tazas de café con tu nombre. Existen ese lugar y ese deseo. Ese mar que no he visto en tus ojos está en ellos, como la piel, como el fuego, como los abrazos perdidos en el aire, como los gemidos de placer, existen y van y vienen como campos magnéticos caídos de las nubes por una suerte de azar innombrable.


Escrito por txema

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jueves, 22. diciembre 2005

22/12/05 3:57


confesión


En realidad, en la cabeza tenemos unos agujeros donde se enganchan los pelos. Ya se lo dije, pero no me hizo caso. Y a su esposa, lo mismo. Pero nada, ellos empeñados en llevarme la contraria en todo, son de los que creen que las cartas se franquean porque lo dijo Franco. Mierda de vecindario, siempre mirando quién sube y quién baja. Se lo dije a ella, no sé qué miras si es tu hija restregándose con el del videoclub. Pensé “la muy zorra”, y casi se me escapa. Pero nada. No me hace caso desde que estoy calvo. Que no lo estoy, en realidad he perdido los agujeros; sólo eso. No es para que ella se frote la entrepierna con el tío ese en el portal. Vamos, creo yo. Se lo dije al padre, también. Que no se tire esos pedos por la noche, a ser posible; ah, y que le cambie al aceite al coche. Y a la madre, que tu hija es una guarra; pero nada. Y por eso la maté. Porque me tocó la calva. Bueno, también porque no sabe comer sushi ni tiene weblog. Y por eso, creo yo, se enfadaron los padres; porque weblog y huevo se parecen y ella se llamaba Susi. Y yo ya avisé, lo dije muy claro: cuidadito conmigo que hace mucho que no follo por culpa del weblog. Pero nada, ni caso.


Escrito por txema

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