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1/4/05 19:26
El Papa
Es normal que el Papa se muera. A fin de cuentas es humano, aunque empeñado en convertir su agonía (él o quien sea) en un espectáculo de masas, como si hubiera algo de edificante en ver a un viejo arrastrando sus últimas horas, del mismo modo que no lo hay en la contemplación de cualquier dolor ajeno. La agonía es el último reducto de intimidad, en el que nos enfrentamos a la paradoja que plantea la muerte y lo hacemos en soledad. Unos con sus esperanzas en el más allá y otros deseando que el asunto sea rápido y, puestos a pedir, indoloro.
Ver a este hombre convertido en títere de sus circunstancias y su escenificación del martirio me deja perplejo; muerte y circo se dan una vez más la mano para mantener al público entretenido y pendiente de los partes médicos, las noticias anticipan lo que ocurrirá una vez desaparezca, se aventuran hipótesis de todo tipo, rezos, plegarias y expresiones de lástima.
Y por un momento lo imagino levantándose de la cama, saliendo al balcón totalmente recuperado y proclamando en varios idiomas: ¡que os follen!.
Sería una ejemplar victoria para los seres humanos. Y un gran ejercicio de actuación.
Escrito por txema
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17/3/05 17:20
símbolos
Los símbolos siempre han sido polémicos para los defensores, en su defensa, y los detractores, en su crítica. Vivimos rodeados de ellos, la Última Cena de Leonardo da Vinci, tuneada para la ocasión (una campaña publicitaria) por la fotógrafa Brigitte Niedermair ha puesto en pie de guerra a las autoridades católicas francesas e italianas, que han obligado a retirar las vallas con la imagen; a España no ha llegado la polémica porque el anuncio sólo aparece en algunas revistas. Pasamos los días reduciendo el presente, incluso el pasado y el futuro, a simbologías de todo tipo; que si el fútbol, que si la ropa, y sólo nos faltaba Franco para cubrir la dosis simbólica semanal. La retirada de la estatua del dictador ha levantado ampollas hasta tal punto que el portavoz del PP, Eduardo Zaplana, piensa que la retirada puede "abrir heridas y rencillas entre los españoles". Y eso ya no, porque las heridas y rencillas a que se refiere serían, en todo caso, imputables al hombre que ocupaba la parte superior del animal en los Nuevos Ministerios madrileños y a quienes, junto a él, le convirtieron en símbolo de destrucción, represión, exilio y muerte. Es lo jodido de este tipo de historias, que no existen simbologías de la miseria, la pobreza o la tortura; que sólo los vencedores construyen monumentos.
Escrito por txema
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